Actualmente tengo alrededor de 70 años, resido en Madrid y todos los días me acuerdo de mi infancia. Hoy en día que existen estas tecnologías con la ayuda de mi nieto quería contaros mis vivencias de aquella fatídica noche de 1955, en la que desapareció mi infancia, en la que desapareció mi vida en Granadilla.
Madrid, 17 de agosto de
2014
Granadilla
– Cáceres. Así se llama el pueblo donde están mis raíces.
Quiero
contar una triste historia que viví y me quedó grabada para siempre. Fue el
quince de diciembre del año 1955. Yo tenía catorce años y la recuerdo como una
noche oscura y fría. Estábamos durmiendo cuando llegó mi hermano de ver a su
novia (su mujer hoy en día) y dijo: “Padre, vengo del mirador y no se oye el río
¿No será el pantano?”
Nos levantamos y fuimos a la
muralla donde estaba el mirador, en efecto, no se oía ni un solo ruido. Todo el
pueblo dormía. Entonces dijo mi padre: “Hijo, vamos al molino a ver si podemos
salvar algo.” Con las mismas cogieron un carburo y un farol y se marcharon.
Nosotras seguimos allí asomadas a la muralla (el mirador) hasta que llegaron al
puente, nos dieron una señal con el farol y así supimos que era el pantano,
hasta que cruzaron la sierra y dejamos de verlos.
Cuando llegaron ya no pudieron
entrar, estaba casi todo cubierto de agua. Trigo, harina y piensos se vinieron abajo. Entonces mi hermano comentó: “Padre si el embalse sigue subiendo
a esta velocidad dentro de una hora no se verá el molino y el agua ya estará por los corrales (los cuales estaban mucho
más altos, en la sierra).” Entonces se fueron a buscar ayuda y cuando
regresaron ya no pudieron pasar, tuvieron que entrar por el tejado y el ganado
ya estaba pisando agua.
Allí estaba mi padre atando a los
cerdos con una soga mientras los otros tiraban hacia arriba y así consiguieron salvarlos.
Cuando amaneció, todo el pueblo
lloraba y los molineros estaban en la isla atrapados, hasta que un chico con
una barca los pudo cruzar al otro lado.
A los pocos días bajo el embalse,
limpiamos el molino y cuando todo estaba preparado y recogido, esa misma noche
el río lo cubrió de nuevo. Y así quedaron, parados para siempre.
Rosario Hernández.